Desde el comienzo de mi trayectoria profesional en otras ciudades y terminando en la ciudad de Ávila, se ha contemplado, en los últimos años, un cambio relevante en los motivos de consulta y tratamiento psicológico, aumentando los casos de estrés y posicionándose éstos en los primero lugares, desbancando así la depresión y ansiedad, como ocurría años atrás.
Aunque no han dejado de acudir un elevado número de usuarios a consulta por estos dos motivos, los casos de estrés les superan en número. Es más, en muchos casos van asociados al estrés como factores psicosomáticos, lo que hace del estrés un problema muy generalizado y con un futuro progresivamente agravado.
Generalmente cuando se dice “estoy estresado” o “tengo mucho estrés”, se alude al período de tiempo actual en el que el sujeto se hace cargo de un número subjetivamente elevado de tareas y/o con un elevado grado de intensidad en cuanto a su importancia y relevancia en la vida del mismo, haciendo hincapié en el sobreesfuerzo que este está realizando para gestionar y solventar dichos objetivos. Al contrario de lo que se piensa, esto, no es estrés clínico como tal sino una de las fases precedentes a la llegada del devastador estado clínico. El estrés en el ser humano es un mecanismo innato que actúa como respuesta natural y necesaria para la supervivencia. Durante toda nuestra existencia, nuestra especie ha tenido que hacer frente y adaptarse a las situaciones cambiantes de nuestro medio y contexto vital. Así pues, cuando se nos presenta una situación problema o desafío, nuestro organismo responde activando el proceso de adaptación. En un primer momento se acciona la alarma de reacción, donde el cuerpo detecta el estímulo peligroso externo y se pone en alerta a todos sus niveles, fisiológico, emocional, comportamental, cognitivo y relacional.
El siguiente paso en el proceso es la adaptación o intento de ella, donde se ponen en práctica todas las medidas necesarias para combatir el cambio o bien adaptarse a la nueva situación.
Para ello se activa de forma intensa el hipotálamo y la pituitaria lo que produce un aumento de la adrenalina y noradrenalina, disminuye la concentración de insulina, progesterona y testosterona, sube el colesterol y ácido úrico y aumenta la función cardiaca.
Estos cambios dan pié al organismo para que pueda resolver los objetivos que se le han presentado en un mismo período de tiempo, siendo la cantidad, dificultad o intensidad subjetivas superiores a lo acostumbrado a lidiar en la normalidad. Esta etapa del proceso (denominada eustrés) tiene consecuencias positivas para el sujeto ya que no sólo permite resolver los problemas y llegar a las metas propuestas sino también, da sensación de supercapacidad y entrena al organismo para poder enfrentarse a situaciones similares enun futuro.
El problema está, cuando esta respuesta se da en exceso, pues produce sobrecarga de tensión en el organismo y provoca un estado de agotamiento o estrés clínico. Llegados a este punto nuestro mecanismo de defensa ya no responde. Al mantener el estado de alerta de forma sostenida en el tiempo se desgastan las reservas del organismo y se producen consecuencias negativasa todos los niveles. Se ven afectadoslos sistemas fisiológico, cognitivo, emocional, comportamental y relacional, llegando a producir diferentes patologías como insomnio, trastornos de atención, diabetes, dolores musculares y de cabeza, ansiedad, depresión, inmunodeficiencia, obesidad, pérdida de cabello, disminución del deseo sexual, acné, cuadros alérgicos, úlceras, enfermedades cardiacas, cambios en la peristáltica (que produce estreñimiento o diarreas), dolores de espalda, disminución de la capacidad intelectual, aumento del nivel de indecisión llegando incluso a la indiferencia y produciéndose un cambio de pensamiento, éste deja de ser creativo y pasa a ser mera repetición.
En este momento la persona sufre un bloqueo y agotamiento tan elevado que dificulta en gran medida o inclusollega a impedir el normal desarrollo en el funcionamiento de la vida cotidiana. Es necesario acudir a un profesional de la psicología en al ámbito sanitario llegados a este punto, puesto que si no se soluciona el problema y se permite que el estado de estrés continúe en curso, se puede llegar a un estado depresivo asociado, en el que la persona vive ya en una situación de indefensión aprendida, generalizada y supervalorando siempre los acontecimientos negativos del mundo que le rodea. Se pierde la sensación de placer y su cerebro se invade de tristeza y sentimiento de culpa. No obstante, podemos preveer la posible aparición de esté síndrome, prestando una mayor atención a los factores desencadenantes que se incluyen en nuestras vidas y, dando la importancia adecuada a la sintomatología que se va padeciendo. Así se puede acudir a consulta con un problema menos grave que en consecuencia nos cueste menor esfuerzo combatir y aprender cambios conductuales adecuados para poder prevenir este estado en futuras ocasiones.
Como factores causales podemos inferir cualquier cambio en el estilo o posibilidad de vida, pero existen algunos factores que tienen más relevancia que otros como demuestra “la escala de acontecimientos vitales en la población española” investigada por González de Rivera y Morera (1983) y su posterior revisión (2009).
Entre ellos destacamos: la muerte del cónyuge como principal causante de estrés, seguido de situación de despido y desempleo, problema legal grave y problemas de salud graves que requieren
tratamiento prolongado. También con una puntuación muy elevada en la escala se encuentran situaciones hipotecarias, ruptura familiar, embarazo deseado o no y dificultades en la educación de los hijos, mudanzas, cambio de empleo y separaciones.
Cabe destacar que aunque parezca extraño, el aburrimiento, vacío ocupacional, la carencia de estímulos, el aislamiento personal etc.; si son largos, continuados y sistemáticos sin presentar contrastación de activación (ya sea impresiva o expresiva), pueden convertirse también en generadores de estrés desde la negatividad y la inactividad.
No cabe duda alguna que la situación actual que atraviesa el país ha propiciado este aumento de estrés en la vida cotidiana. En los últimos tiempos, la población ha visto como sus expectativas y su esquema organizativo han sido destruidos como nunca antes y esto ha llevado a tener que cambiar el planteamiento de vida de forma radical. En la mayoría de las familias han aumentado las preocupaciones económicas, laborales y sociales, de esta forma se ha intensificado la lucha por la adaptación a esta nueva situación.
Así, vivimos una de las épocas con mayores circunstancias estresantes como normalidad habitual y esto ha provocado un enorme aumento de la necesidad de tratamiento en dicho tema. Pero no siempre se elige la mejor vía para solventar el problema ya sea por desconocimiento o porque no se tengan los recursos necesarios.
Está demostrado que la mejor solución de tratamiento es la psicoterapia y el aprendizaje de nuevas formas de adecuación al medio con el cambio conductual. En pocas sesiones se consigue un mayor equilibrio emocional, cognitivo, relacional y fisiológico. En definitiva, se consigue la homeostasis corporal tan buscada. Hay que tener en cuenta que el uso exclusivo de medicación en estos casos no soluciona el problema, puede llegar a causar habituación, con lo que sería necesario aumentar la dosis para lograr los mismos efectos y causar dependencia.
Por este motivo es necesario no demorar la intervención profesional. Es importante ponernos en manos de profesionales de la salud cualificados en cuanto percibamos los primeros síntomas puesto que las consecuencias son elevadas. A menor gravedad , mayor eficacia y facilidad del tratamiento.
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Revista Ávila en Salud
Temática: Vida sana - Salud - Bienestar
Referencias del Artículo:
primera edición, página 114, 115, 116 y 117.
Edita:
Servicios de Atención Médica Integral XXI, SL (SAMI XXI).
CIF: B05236625
Depósito Legal: AV 130-2014
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