¡COMBINACIÓN MORTAL!
OBESIDAD,
TABAQUISMO, COLESTEROL y SEDENTARISMO.
Carmen María Navarrete Gómez
Revista Ávila en Salud
El empeoramiento de los hábitos
de vida en la sociedad en general, la evolución de la tecnología, las nuevas
modas de ocio, de los sistemas de transporte, etc. han llevado a la sociedad a
prácticas perjudiciales para la salud, como el sedentarismo, el aumento de la
obesidad… Pero, ¿qué ocurre si combinamos el sedentarismo, la obesidad, el
tabaquismo y el colesterol entre otros? El cóctel puede llegar a ser mortal. Comencemos
hablando individualmente de estos conceptos que nos persiguen en nuestro día a
día:
Obesidad: Exceso de peso. Consideramos que una
persona es obesa si al realizar el índice de masa corporal, es decir dividiendo
su peso en kilogramos entre su talla (en metros) al cuadrado, el resultado
supera 25 kg/m2 lo llamaremos sobrepeso y obesidad si supera los 30 kg/m2. La
obesidad hace que aumente la presión arterial y los niveles de colesterol y
triglicéridos entre otros. Dentro de la obesidad, encontramos un tipo concreto,
la obesidad abdominal, aumento de la grasa en el perímetro abdominal. Este tipo
de personas incrementan de manera significativa el riesgo a padecer
enfermedades cardiovasculares.
Tabaquismo: Es la adicción al tabaco, provocada
principalmente por los componentes activos que lo conforman (la nicotina entre
ellos). Es el responsable del 50% de todas las muertes evitables. El riesgo de infarto de miocardio de los fumadores es
casi tres veces mayor que el de los no fumadores. El humo del tabaco es el principal factor de riesgo para la muerte
súbita de origen cardiaco y está directamente relacionado con el número de
cigarrillos fumados al día y con la antigüedad del hábito. El riesgo
cardiovascular disminuye rápidamente al dejar de fumar. La exposición constante
al humo de los fumadores (tabaquismo pasivo) también aumenta el riesgo de
cardiopatía entre los no fumadores. El tabaco influye en el sistema de la
coagulación, aumentando la activación plaquetaria (formación de coágulos), por
otro lado incrementa levemente las concentraciones de colesterol y lo hace más
susceptible a la oxidación, por lo que ese colesterol acabará depositándose en
la pared de las arterias.
Colesterol: es una sustancia grasa natural
presente en todas las células y necesario para el funcionamiento normal del
organismo. El elevado nivel de colesterol en sangre es uno
de los factores de riesgo más importante, en el adulto sano los niveles
normales están alrededor de 200mg/dl. El colesterol, aun siendo una sustancia
imprescindible, a medida que aumenta su nivel en sangre, aumenta el riesgo de
cardiopatía coronaria. El nivel de colesterol de una persona depende de la
edad, el sexo, la herencia y la alimentación. El colesterol circula en sangre
unido a un tipo de proteínas (lipoproteínas); si el colesterol viaja unido a
las lipoproteínas de alta densidad (colesterol HDL), será un factor de
protección. Mientras, si viaja unido a las lipoproteínas de baja densidad
(colesterol LDL) será un factor de riesgo ya que al oxidarse (por ejemplo con
los componentes químicos del humo del tabaco), inicia un proceso bioquímico
dando lugar a su depósito en la pared de las arterias y creando el denominado
ateroma (placa de ateroma; depósito de colesterol en la pared de la arteria).
Sedentarismo: Es la no realización de ningún
tipo de actividad física. Es un factor de riesgo modificable, lo que significa
que se puede cambiar fácilmente adoptando un estilo de vida que incluya la
práctica de algún tipo de ejercicio físico para mejorar así la salud de la
persona sedentaria y colaborar en disminuir el riesgo cardiovascular. El
ejercicio puede ayudar a controlar el colesterol, la diabetes y la obesidad.
Caminar 30-40 minutos tres veces por semana es un buen ejercicio.
Estos y otros factores como por
ejemplo la hipertensión, la diabetes… son los llamados factores de riesgo y van
a ser los predisponentes a un sin fin de enfermedades, entre las más
conocidas, las enfermedades
cardiovasculares (el infarto y la insuficiencia cardíaca entre ellas) y las de
enfermedades cerebrovasculares (el ICTUS entre otros). Siendo las enfermedades
cardiovasculares la principal causa de muerte en todo el mundo y las
enfermedades cerebrovasculares las primeras incapacitantes. Pero, ¿Cómo se
manifiestan estas patologías?
La insuficiencia
cardíaca:
Falta de aire o dificultad para respirar
(disnea).
Edemas en las piernas (piernas o tobillos
hinchados).
Aumento de peso por retención de líquidos.
Cansancio o fatiga.
El infarto agudo de miocardio:
Opresión en el centro de pecho que puede
irradiarse.
Dolor en la¨ zona de la corbata¨ (mandíbula,
pecho, epigastrio), brazo izquierdo o ambos brazos y puede reflejarse en la
espalda.
Sudoración, nauseas, palidez, mareos.
La enfermedad cerebrovascular aguda:
Pérdida brusca de movilidad en una parte del
cuerpo (hemiparesia).
Disartria (dificultad para hablar).
Desviación de la comisura labial y el párpado de
un lado de la cara.
Cefalea.
Posible pérdida de visión o visión doble.
Posible pérdida de conocimiento.
Para evitar las grandes
consecuencias que pueden desencadenar la unión de estos factores de riesgo, es
necesario instruir a la población con el fin de que conozcan los riesgos y
consecuencias derivadas de un mal hábito alimenticio, el sedentarismo, el
tabaco, el colesterol, etc. Nuestra labor es la de instruir, prevenir, ayudar y
tratar entre otros. En este caso en concreto fomentar un estilo de vida
saludable, sin tabaco, aumentando la actividad física y reforzar los hábitos
alimenticios. Algunas recomendaciones en líneas generales son:
Visite y
consulte a su médico y/o enfermera para pedir información, ayuda, control...
Si así lo requiere la situación, siga el
tratamiento médico específico (como el uso de pastillas para disminuir la
tensión arterial, el colesterol, etc.)
Haga ejercicio diario teniendo en cuenta la edad y la situación
física de cada uno. El tipo de ejercicio aconsejado será de
carácter aeróbico (marchas, carreras, natación, ciclismo, etc. Previo al
ejercicio es necesario un calentamiento de 10 minutos para evitar lesiones y
estiramientos pre y post ejercicio.
Mantenga una alimentación sana y equilibrada con
5-6 comidas al día (más veces menos cantidad). La dieta debe ser variada con
presencia de cereales, frutas, legumbres, verduras, pescado y carne.
Reducción de sal y calorías. La buena
alimentación empieza por una compra inteligente.
Reducir la ingesta de alcohol.
La dieta mediterránea es un buen ejemplo de
ello. Se caracteriza fundamentalmente por un alto consumo de
grasa no saturada en forma de aceite de oliva, alto consumo de vegetales y
hortalizas, alto consumo de pescado y toma habitual de vino tinto (1 copa), lo
que constituye el núcleo de cualquier recomendación dietética actual en
prevención cardiovascular.
Abandone el hábito tabáquico, desencadenante y
propulsor de un sinfín de enfermedades.
En general, cambie y mejore su estilo de vida
con el fin de reducir la elevada tasa de mortalidad asociada a todos estos
factores de riesgo.
Artículo publicado en la Revista Ávila en Salud ©
Puedes descargarte la revista en www.emstore.es
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Edita: Servicios de Atención Médica Integral XXI, SL (SAMI XXI).
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Carmen María Navarrete Gómez, es enfermera, Máster en Urgencias y Emergencias, Máster en formación y Educación. Actualmente trabaja como enfermera de ambulancias UVI, en España, y formación para la JCYL..
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