Algunos sujetos que comienzan a padecer ataques de pánico con el tiempo acaban desarrollando lo que se conoce como una paradójica sensación de “miedo a tener miedo”.
Por: Dr. Iván Legascue de Larrañaga.
Médico Psiquiatra.
Hoy abordaremos un problema que se ve muy frecuentemente en la consulta tanto de Medicina General como de Psiquiatría, el ataque de pánico. Con este término nos referimos a aquellos episodios en los que una persona sufre de repente y en forma brusca una intensa sensación de ansiedad y miedo.
Suelen tener un inicio súbito y el paciente habitualmente refiere vivencias corporales sumamente desagradables, el corazón le late más deprisa, aparecen dificultades para respirar con la impresión de que se ahoga, mareos e inestabilidad, adormecimiento de las manos o temblores generalizados, importante sudoración y una imperiosa necesidad de escapar o salir huyendo.
Es más, en ocasiones a estos molestos síntomas se suma una angustiante percepción de pérdida de control sobre la propia mente o de que uno está “enloqueciendo”, la incómoda creencia de estar haciendo el ridículo o incluso el temor de que la propia vida está en riesgo.
Estas crisis suelen durar unos minutos y remitir espontáneamente, vienen y se van, siendo raros aquellos casos en los que se prolongan por más de una hora. De todas formas, más allá de su brevedad, quien los padece los suele percibir como extremadamente prolongados dado su carácter tan
intenso y molesto.
Es importante hacer hincapié en que cuando este problema no se trata adecuadamente los ataques adquieren cada vez mayor frecuencia, pudiendo llegar a producirse un cuadro más grave y persistente, el llamado por los especialistas “trastorno de pánico”, con una clínica marcadamente incapacitante y con una repercusión muy negativa sobre las actividades habituales de la vida diaria. Habitualmente el paciente nos manifiesta que no encuentra una causa clara a la que atribuir el ataque
de pánico, refiriendo que “se ha presentado sin motivo aparente”. En ocasiones coincide éste con períodos de la vida en los que el estrés emocional es mayor o con algún evento traumático acaecido un tiempo atrás, pero no siempre es así. Pueden llegar incluso a producirse cuando el individuo está completamente relajado, e incluso por la noche en el momento de estar durmiendo.
Hay casos en los que el ataque de pánico se presenta sólo una vez en la vida y no vuelve a darse, pero no son pocas las personas que experimentan estos incómodos episodios repetidas veces.
También se presentan ocasiones en las que estas crisis surgen en el contexto de otro trastorno psiquiátrico previo, como podría ser un episodio depresivo o un cuadro de fobia social.
En algunos casos los ataques son desencadenados por alguna situación específica, como podría ser montar en un avión o dar una charla en público, y especialmente si se padeció un ataque previo en un entorno similar. Se podría afirmar que, como un denominador común a estas situaciones, se trata de circunstancias en las que la persona percibe que sería imposible o embarazoso encontrar una vía de escape.
Algunos sujetos que comienzan a padecer ataques de pánico con el tiempo acaban desarrollando lo que se conoce en el ámbito médico como trastorno de pánico, un cuadro caracterizado no sólo por ataques repetidos, sino también por una importante afectación del comportamiento y por una marcada
tensión o “ansiedad anticipatoria” en relación a padecer futuros episodios de pánico. Esto último se podría definir como una paradójica sensación de “miedo a tener miedo”.
En estos casos el paciente se muestra constantemente preocupado por el curso de su enfermedad y comienza a adoptar conductas que son nuevas para él, conductas éstas específicamente encaminadas a evitar aquellas situaciones que pudiesen estar relacionadas con el desencadenamiento de nuevos ataques de pánico. Es así que una persona que hasta entonces tenía una vida plena y satisfactoria comienza a evitar los sitios con gente, los viajes en avión o transporte público, el ir a comer a un restaurante, y así muchos ambientes similares. De esta forma, como es lógico suponer, se hace cada vez más evidente un estado de aislamiento, encierro y limitación, llegándose en estos extremos a lo que se conoce como agorafobia.
Cuando se llega a esta complicación de lo que en su momento comenzó como un cuadro de crisis de pánico aisladas, la persona sólo se siente segura en su hogar y deja de salir a espacios públicos.
Se puede afirmar que el pronóstico no tiene por qué ser necesariamente sombrío. Resulta esperanzador el hecho de que actualmente los ataques de pánico pueden ser tratados con muy buenos resultados en general, incluso desapareciendo por completo en la mayoría de los pacientes.
Es importante recalcar que cuanto antes se busque ayuda más positiva será la evolución, pudiendo de esta forma la persona retomar el control sobre su vida. A día de hoy existen diversas técnicas de afrontamiento y manejo de la ansiedad sencillas de aprender y efectivas para llegar a controlar estas dificultades, siendo la psicoterapia cognitivo-conductual el abordaje que cuenta con mayor evidencia científica a su favor. En aquellos casos más resistentes, o que no remitan por completo con el tratamiento psicológico, se suele emplear durante un tiempo limitado medicación específica, siempre en el contexto de un programa de seguimiento y bajo supervisión del médico especialista.
Artículo publicado en la Revista Ávila en Salud © Edita: Servicios de Atención Médica Integral XXI, SL (SAMI XXI). Director: Dr. Omar G. Guillermo H. / Depósito Legal: AV 130-2014 / ISSN 2386-8813 / copyright. www.RevistaAvilaenSalud.com / www.revista-avila-en-salud.blogspot.com.es/
Este artículo fue escrito por el Dr. Ivan Legascue de Larrañaga, quien es médico psiquiatra y se desempeña en la ciudad de Ávila, Castilla y León.
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EliminarFabi Pallares